Mujeres soldado: El Ejército Popular de la República

El periodo entre otoño de 1936 y primavera de 1937 fue decisivo para el descenso numérico de las mujeres en el frente. A partir de ese momento continuaron combatiendo si así lo permitían los jefes políticos o militares de la unidad, pero no se continuó alentando el alistamiento de las mujeres y se amparó el envío a la retaguardia de las milicianas cuando se consideró oportuno.  En cualquier caso, muchas de ellas continuaron combatiendo en el Ejército Popular de la República hasta el final de la guerra, ya en el año 1939.

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Encarnación Luna, comisario de la 11 División (23 de julio de 1938). Autor: Diaz Casariego

Durante el mes de octubre de 1936 se publicaron los decretos de militarización de las Milicias Populares desde las diferentes instituciones republicanas. La militarización marcó un punto de inflexión para las mujeres que participaban en los frentes de combate; aunque no se hacia alusión explicita sobre la expulsión de estas, en la práctica, con el transcurso de las semanas muchas de ellas fueron enviadas a la retaguardia o relegadas a trabajos auxiliares.

Biblioteca Nacional de Catalunya
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Decreto de militarización de las Milicias Antifascistas de Catalunya, firmado por Felip Diaz Sandino, Conseller de Defensa, y Josep Tarradellas, Conseller Primer del Gobierno de la Generalitat de Catalunya (Barcelona, 24 de octubre de 1936)             

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A partir de octubre se inició una campaña de desprestigio hacia las combatientes

La tendencia a expulsar a las mujeres del frente fue consolidándose de manera sutil y se tradujo en presiones u órdenes verbales concretas, pero siempre a una escala de oficiales de graduación media o de los mandos políticos de las columnas, combinada con la presión social y mediática hacia ellas.

A partir de octubre de 1936 se inició una campaña de desprestigio en relación con las mujeres combatientes. Esta no se puede atribuir solo al ejército republicano, también la postura formal de las principales organizaciones fue beligerante con las voluntarias en el frente. La finalización de la movilización femenina y el retorno a la retaguardia, al trabajo y a la casa se hizo con el acuerdo y la implicación de las principales organizaciones y figuras políticas femeninas.

La postura de la organización libertaria Mujeres Libres se observa en un artículo publicado en el número 5 de su prensa orgánica, en septiembre de 1936, titulado «Los hombres al frente; las mujeres, al trabajo»:

Muchos hombres se desplazan al frente y otros muchos han de desplazarse. Multitud de ocupaciones quedarán sin brazos; hay que llenar los huecos; hay que trabajar como sea, en lo que sea […] Los hombres útiles, al frente; ¡Las mujeres al trabajo! ¡La única consigna es vencer!

En la misma línea, Mundo Obrero, órgano del PCE, en su edición del 8 de noviembre de 1936, abogaba por el retorno de las mujeres a la retaguardia en estos términos:

En los primeros días de la sublevación las mujeres supieron comprender que en aquel momento lo urgente era acrecentar el entusiasmo de los que se lanzaban a la lucha, y se unieron a ellos. Empuñando a su vez las armas, con tanto o más coraje que los hombres […] Pero ahora, el deber primordial es reintegrarse a la retaguardia, dedicarse al trabajo en las industrias, comercios, oficinas. La marcha de la nación no debe ser interrumpida porque falten los brazos masculinos, que impulsan el engranaje de la economía. Estos brazos han de ser suplidos por la mujer […] A la retaguardia, todas las mujeres al trabajo, ese es vuestro puesto. A seguirlo, y ¡SALUD!

Las principales razones que se arguyeron para justificar el apartamiento de las milicianas fueron de tipo funcional, se aludía a cómo mejorar la eficacia del ejército o cómo sustituir el trabajo de los hombres en la retaguardia, pero, sobre todo, se hacía referencia a las de índole sanitaria. Este último punto es particularmente importante, ya que estaba relacionado con la creencia de que su presencia favorecía la propagación de las enfermedades venéreas entre los combatientes masculino.

Algunas milicianas se rebelaron en sus testimonios contra la campaña de descrédito que sufrieron en el frente, especialmente en lo que hacía referencia a la supuesta abundancia de prostitutas en sus filas, la madrileña Fidela Fernández de Velasco lo expresó años después de manera rotunda:

Testimonio de la combatiente Fidela Fernández

La combatiente vasca Casilda Hernandez también hizo referencia en sus memorias a esta cuestión:

Testimonio de la combatiente Casilda Hernandez

Carteles de propaganda advirtiendo sobre la peligrosidad de las enfermedades venéreas en el frente

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“Mañana saldrán para Barcelona cerca de 20 mujeres que no nos hacen ninguna falta”.

Finalmente, apareció el último y definitivo argumento para la limitación que sufrieron las que deseaban combatir, la mujer era, físicamente, inferior al hombre.

Así expresó la cuestión del rendimiento femenino durante la contienda armada un extenso artículo publicado en la portada del diario El Combate, diario de la Columna Ortiz, del día 9 de octubre de 1936. En el artículo titulado «La mujer ante la guerra», el autor, el reputado militante libertario Francisco Carrasquer, justificaba por qué las mujeres no podían combatir en el frente. El texto confronta el idealismo igualitario, en relación con el género y la realidad física que los diferenciaba, según el autor estas diferencias impedían a la mujer dedicarse a la guerra de manera natural:

Declaraciones de F. Carrasquer (Hijar, octubre de 1936)

Así se observa en el informe que José del Barrio, exsecretario general del sindicato UGT en Cataluña y hombre fuerte del PSUC en el frente de Aragón, del día 23 de diciembre de 1936,

Mañana saldrán de viaje (para Barcelona) cerca de 20 mujeres que han traído y que no nos hacen ninguna falta.

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Mujeres soldado del Ejército Popular de la República en distintos frentes de combate

En cualquier caso las mujeres formaron parte íntegra e indisoluble del Ejército Popular. De modo voluntario o involuntario, las mujeres participaron activamente en la defensa del orden legal establecido por la II República. No obstante, cabe destacar que la militarización femenina legislada se produjo paulatinamente, según las necesidades de la guerra. 

El nuevo organigrama creado por el Ministerio de Defensa Nacional a partir del verano de 1937, implicó el traspaso de recursos humanos procedentes de todos los sectores, a la Subsecretaría de Defensa, quedando el personal civil trasladado en situación de “agregado”. Fue precisamente en estos momentos que muchas mujeres militarizadas pasaron a depender por decreto, al Ministerio de Defensa. Igualmente, la creación de las “Compañías Obreras de Cuartel General”, insertadas en cada uno de los Ejércitos de la República, contó con trabajadoras militarizadas que cubrían ocupaciones tales como: Sanidad, Transporte, Telecomunicaciones, Industria… A todas estas mujeres hay que sumar también a las que dependían del Ejército con anterioridad a la Guerra Civil. Este sería el caso de las mujeres pertenecientes al Cuerpo Auxiliar Subalterno del Ejército, a las de la Maestranza de Aviación o a las mujeres del Cuerpo Auxiliar de los Servicios Técnicos de la Armada.

La evidencia de que continuaron allí es que hemos documentado la presencia de 1849 mujeres soldado en el Ejército Popular de la República desde inicios del año 1937 y prácticamente hasta el final de la guerra, en 1939. Continuaron luchando en todos los frentes y batallas y hasta el último día de la guerra.

También ellas estuvieron en Brunete, Guadalajara, Belchite, Teruel y el Ebro.